Aún sigue ahí la casa con sus ventanas mirando a la mar
El camino empinado por el que se asciende al monte y
A las pequeñas casas alejadas del ruido y la gente
Todavía conserva el encanto primitivo, las hierbas lo cubren
Y todas las piedras siguen en su sitio para ser contadas
Mi casa tampoco ha cambiado en tanto tiempo
Sigue erguida en lo alto del camino como un faro en el puerto
La puerta se abre, también ahora, a la oscuridad,
Aún puedo oír los susurros y las risas y la voz de mi madre
Llamándome, disimulando estar enfadada
Traías aroma a lavanda y el pelo húmedo y repeinado
Una sonrisa en los labios y mucho anhelo escapándose por los ojos
Te dije que sí, pero que otro día, en otro lugar, pronto
Y la mar, siempre traidora afirmó que nunca y así fue.
© Rosa G. Panera
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