viernes, 27 de febrero de 2015

Vacío


















Pongo en el hueco de mi mano solitaria
una piedra blanca y brillante,
robada del fondo de un río, sombreado
por el sol de mediodía, que se filtra inquieto
entre las hojas de un abeto y desde allí
mira correr el agua saltando cantarina.
Veo rodando el canto y lo recojo
lo pongo en el hueco profundo de mi mano
junto a un huevo de paloma, una lombriz,
y varios pétalos de una flor marchita.
Aunque en mi mano esto pesa, quiero más
pienso qué me falta que aún no tengo todo.

Entonces bajo una nube y un pájaro
que anidaba  en ella y tengo en mi mano,
las lágrimas de un búho que está  posado
en la rama de un álamo, esperando
que llegue el día y la alegría vuelva
y no llore más. Rebosa mi mano ahora
de viles deseos y de pueriles penas;
no tiene sentido el cuarto de hora que queda.
Lo demás ya fue, pasó y no puede volver;
en el fin, el hueco de mi mano estará vacío. 



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