Llora en la pared roja la tinta
negra
gritan las letras bailando su
queja
mientras entre la niebla se
bosquejan
aires de miedo, hambre y soledad
Para él se quebraron todos los
sueños
la dura realidad un día los dejó caer
se hicieron añicos sin poder
crecer
se murieron a pesar de ser
pequeños
No hay una sola voz que le
nombre.
Invisible, sin unos brazos que le
acojan
no hay quien le demande
preocupado
cuáles son las penas que le
acongojan.
Las letras en la pared hablan
macabras,
lo hacen en un idioma que no
comprende
se pregunta qué dirán esas
palabras
luego susurra otras que no se
entienden.
La calle es un abismo frío y
profundo,
siempre silencioso, duro y
húmedo
y él está ahí envuelto en su
miseria
desamparado, alejado de su
mundo.
En agitados sueños ve los campos,
los surcos al sol hoyados por
los rebaños,
y a su madre con la falda al
viento,
y la ropa que, al tenderla, gira
volando.
Un abismo negro ahora le
envuelve,
ser tierra, no sufrir, no estar despierto.
Entre los cartones que le arropan
llora su soledad y querría estar
ya muerto.
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