Contemplo el espacio entre mis
manos.
Semejan dos ramas solitarias,
en silencio permanezco sentada
en el banco de la alameda de los tilos.
Por el cielo viaja una nube solitaria
y un hombre camina despacio calle
abajo
Subí los escalones de madera
en la casa de paredes encaladas
y muebles que parecían dormidos,
en la cocina la planta aún se
inclinaba
buscando la luz de la ventana.
buscando la luz de la ventana.
Volví a sentir la tristeza de
siempre
Pensé: tengo una casa cerca del
mar
en ella puedo medir cómo me
siento
y oír el sonido de las olas y el
viento.
Me hablan de ayer, de que debo
volver
aunque se me olvide y tenga que
buscar
la puerta y la chimenea para
encontrarla
Había un precioso campo al otro
lado del río
ardillas en los pinos, un bote
solitario
anclado en la orilla y un estrecho camino
por el que en las mañanas me perdía
en el laberinto de lo que
buscaba y
en el desconcierto de lo que
nunca encontré
© Rosa G. Panera
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